San Nicolás o Papá Noel, como lo conocen en algunos lugares, no siempre fue el hombre barbudo que vive en el polo norte y vuela la noche de navidad entregando regalos. Sus orígenes se remontan a un buen par de cientos de años atrás y lo más curioso es que se trató de una persona real.

San Nicolás, o Nicolás antes de que se le consagraran más de 2 mil templos alrededor del mundo, era un huérfano cuyos padres murieron por una de las comunes pero devastadores pandemias de la antigüedad.

No obstante, no lo dejaron sin nada, por el contrario, Nicolás heredó una inmensa fortuna, la cual decidió repartir entre los pobres para luego ingresas en un monasterio como monje.

Fue así, con este nuevo rol eclesiástico, que peregrinó por el viejo mundo primero a Egipto y de ahí a Palestina, donde conoció la Tierra Santa.

La imagen de este señor deambulante, solidario y afectuoso se hizo muy popular en Alemania en donde empezaron a llamarlo San Nikolaus de donde derivo el nombre Santa Claus que usan principalmente en los países angloparlantes. Es en ese país europeo donde se lo vistió con un traje rojo, barba blanca y se lo puso a entregar regalos con juguetes a los niños buenos.

La historia real, sin embargo, nos cuenta que la trayectoria de San Nicolás estaba muy lejos del norte de Europa y de entregar regalos. San Nicolás habría encaminado su rumbo a la ciudad de Mira, en Turquía, donde los obispos y sacerdotes se encontraban en el templo reunidos para la elección del nuevo obispo.

Es en una de esas reuniones que decidieron ‘’elegir al próximo sacerdote que entre al templo’’ y fue en ese preciso momento que San Nicolás entró – sin saber nada de lo que estaba ocurriendo – y se convirtió en Obispo. Muy querido por los habitantes, por cierto. O al menos así cuenta la tradición.

El día de San Nicolas se celebra el 6 de diciembre porque fue en esa fecha, pero en el año 345, que el santo muere por causas naturales. Es así que se convierte en el primer santo, no mártir, en gozar de una devoción tanto en oriente como occidente. Mientras en oriente lo llaman Nicolás de Mira en occidente suelen llamarlo Nicolás de Bari. Ya que, cuando los mahometanos invadieron a Turquía, un grupo de católicos sacaron, en secreto, las reliquias del santo y se las llevaron a la ciudad de Bari, en Italia.

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