Josep María Bartomeu, presidente del Barcelona, y Sandro Rosell, ex máximo mandatario del club azulgrana, han querido despedirse de Tito Vilanova con dos emotivas cartas en las que alaban la calidad humana del malogrado entrenador.

La misiva de Bartomeu dice lo siguiente:

«Quiero dirigirme a todos aquellos que aman al Barça, porque forma parte de nosotros y nos hace sentir vivos. En los momentos de alegría por los éxitos, pero también, y quizás especialmente, en los momentos duros y tristes de la derrota y de las noticias que golpean y te sacuden el corazón, como nos ha pasado en las últimas horas con la muerte de Tito Vilanova.

Os quiero hablar de Tito porque recordarlo es el mejor consuelo que podemos tener y el mejor homenaje que le podemos rendir. He tenido la suerte de poder hablar de fútbol y de la vida con él, de compartir momentos que siempre recordaré, y quisiera profundizar en un rasgo característico de su carácter y de su personalidad, que es un ejemplo para todos.

Tito era un hombre querido. Siempre se ha sentido orgulloso de ser ‘de pueblo’, «del Empordà«, como recalcaba a menudo; un hombre sencillo, discreto, que te hablaba directo y mirando a los ojos. No tenía que esforzarse para hacerse el simpático, él era como era, y eso es lo que resultaba más atractivo para los que le conocían. Esta capacidad aglutinadora, este talante que le hacía tener buena relación con todo el mundo, por encima de personalismos, nos deja una lección de vida a todos los barcelonistas.

Hemos aprendido muchas cosas gracias a Tito. Su humildad y discreción, valores poco frecuentes en el mundo del fútbol actual. Su autoexigencia y su perfeccionismo han sido estímulos para todos los que hemos trabajado con él. ¡Recuerdo como exigía que el césped del Camp Nou estuviera como una alfombra perfecta! No le importaba hacerse pesado si era necesario, porque luchaba por lo que creía con el mismo entusiasmo que ponía en su propio trabajo.

Ha vivido la Masia desde siempre y creía profundamente en los valores y los principios que había escuchado tantas veces en los vestuarios y en los campos de juego a sus entrenadores. Sabía, porque lo sufrió en carne propia, que los sueños de futbolista no siempre se hacen realidad en el Barça, pero también sabía que estas decepciones te ayudan a crecer.

Veía cómo su hijo Adrià tiene ahora la misma ilusión que él tenía a su edad, cuando entró en el Barça como un adolescente y se marchó años después convertido en un hombre y en una buena persona. Será por eso que siempre miraba hacia abajo y era un gran valedor del fútbol de casa. La cantera siempre fue una de sus grandes preocupaciones como entrenador del Barça.

Cuando se hizo cargo del primer equipo, Tito pronunció unas palabras que me parecieron una verdad como un templo. «Si acepto el reto es porque, para esta forma de jugar y de entender el juego, estoy igual o más preparado que cualquier entrenador que venga de fuera». Lo dijo convencido de que era perfectamente capaz de seguir llevando al equipo por el camino del éxito que habían recorrido en los últimos cuatro años. Y así lo hizo mientras la salud lo acompañó.

Tenía las ideas claras, sabía lo que quería, lo que tenía que hacer en cada momento, y siempre encontraba soluciones para todo. Era un organizador nato, un líder silencioso que no dudaba, ejecutaba. Tito no fue nunca delantero, pero siempre iba a barraca. El destino le ha hecho la peor de las jugadas. La enfermedad contra la que ha luchado con el mismo coraje y empeño con que lo hacía todo ha sido el único rival que ha podido impedirle que siguiera disfrutando de su sueño.

Pero Tito no ha dejado de preocuparse por el Barça ni en los momentos más difíciles de su lucha personal contra la enfermedad. He vivido en primera persona cómo, hasta el último momento, ha estado ayudando al Club con sus consejos. «Tenemos que hacer esto… ¿Quieres que te ayude a hacer aquello?», me decía hace muy pocos días.

Tito nos ha dejado, pero seguro que su recuerdo nos hará más humanos y mejores barcelonistas. Por eso, por sus méritos como entrenador, pero, sobre todo, por su ejemplo como persona, formará parte de nuestra historia y será un referente eterno.

Quiero terminar esta carta dando las gracias a su mujer, Montse, y a sus hijos, Carlota y Adrià, por cómo habéis amado y cuidado a Tito. Vosotros estaréis también siempre en el corazón de todos los barcelonistas. Y gracias a ti, Tito, por todo lo que nos has dado. Gracias por hacernos más fuertes.

Quédate tranquilo, que seguiremos cuidando del césped como a ti te gustaba».

Rosell: «Tito, nunca olvidaré el haber podido despedirme de tí»

Sandro Rosell, en una carta publicada por La Vanguardia, ha escrito en la misma dirección que Bartomeu:

«Amigo Tito, muchas gracias. ¡Cómo y cuánto hemos aprendido de ti, especialmente estos últimos meses! Ha sido un placer para nosotros que compartiéramos conversaciones, encuentros, comidas, cenas, calçotades, cafés o una cerveza. Y en cada una de esas ocasiones tú nos dabas lecciones de vida. Conversaciones que desprendían preocupación, pero preocupación no por ti mismo y por tu estado de salud, sino preocupación por los tuyos, por Montse, por tus hijos, Carlota y Adrià, y por su futuro y comodidad, y por que no les faltara de nada cuando tú ya no estuvieras. Y preocupación por el futuro de tus amigos, Jordi, Aureli, Jaume y muchos más, pero también interés en aportar tu valía y profesionalidad al futuro del Barça, desde el primer equipo hasta el fútbol formativo.

Tu generosidad ha sido inmensa, y de la gente que yo he conocido muy pocos se pueden comparar contigo. Pensando en los otros y dando a los otros el protagonismo hasta el último suspiro. Lo hablamos muchas veces y, Tito, es tal cual lo decíamos: tú has sembrado y has recogido. Tus amigos, muchos y buenos, están contigo, y no hará falta que sufras, pues tus amigos cuidarán de los que más amas, tu familia, y recordarán tu lema: ‘Seny, pit i collons’.

Pude hablar contigo momentos antes de que empezaras tu sueño profundo y eterno. Probablemente, la mejor y peor conversación que he tenido nunca. Y te agradezco tanto que me dieras algunos de tus últimos minutos, para ayudar a darme cuenta de la excesiva importancia que damos a cosas que no la tienen más que para llenar nuestro ego. Nunca olvidaré el haber podido despedirme de ti, sabiendo que un día nos volveremos a ver. Hasta entonces, Tito, recibe un beso muy fuerte de otro de los muchos que también te quieren».

 

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