Nadie dijo que fuera a ser fácil para el Atlético de Madrid eliminar al Chelsea de las semifinales de la Liga de Campeones. Lo que no se imaginaban los rojiblancos es que el primer asalto para lograr acercar el sueño de Lisboa fuera tan tedioso como una mala película de las que suelen poner las televisiones a primera hora de la tarde los fines de semana. Esa fue la sensación que les quedó a los hombres de Diego Pablo Simeone tras empatar a cero en el Vicente Calderón.

José Mourinho lo tenía claro: su objetivo era que el Atlético no fuera el equipo eléctrico que maravilló contra el Barcelona y, por ello, puso un trivote en el centro del campo formado por David Luiz, Ramires y Lampard para frenar a los colchoneros. Le salió bien la estrategia, pues Diego Ribas, el antídoto que alineó Simeone para contrarrestar este muro filtrando pases interiores, estuvo tan voluntarioso como poco lúcido al sacar la escuadra y el cartabón.

Sin embargo, no todo fueron buenas noticias para Mourinho, ya que en el minuto 15 Petr Cech cayó lesionado al despejar un intento de gol olímpico por parte de Koke y tuvo que ser sustituido por Schwarzer. El Atleti no pudo comprobar si el portero australiano estaba a la altura de Cech porque se empeñó en hacer la vida sencilla al Chelsea.

Los rojiblancos, una y otra vez, colgaron balones al segundo palo buscando la cabeza de Raúl García, algo que para Terry y Cahil fue relativamente sencillo de defender. De hecho, la oportunidad más clara del Atlético llegó tras un remate de Mario Suárez desde el borde del área que se marchó rozando el poste. En la segunda mitad, Simeone decidió echar mano de Arda Turan como martillo pilón para derribar el muro del Chelsea. El turco logró agitar algo más al Atlético, pero no lo suficiente como para hacer sudar mucho al conjunto inglés.

Schwarzer apenas tuvo protagonismo, aunque algo más que Fernando Torres, que estuvo solo como un islote arriba intentando convertir en algo mínimamente peligroso los melones que le enviaban sus compañeros, con la cabeza puesta en un 99,9% en defender y en un 0,1% en atacar. El árbitro Jonas Eriksson tampoco pasó desapercibido en el partido, consintió las innumerables pérdidas de tiempo provocadas por los jugadores del Chelsea y perdonó a Lampard la expulsión por doble amarilla tras detener un balón con la mano en el minuto 78. Dicha jugada causó la furia de Gabi, que reclamó al árbitro que amonestara al inglés y para su desdicha vio como finalmente la tarjeta amarilla la recibió él y al cumplir ciclo no podrá jugar en Stamford Bridge.

El 0-0 no se movió del marcador y Mourinho salió del Calderón con una sonrisa. Sin embargo, el luso no se puede confiar, ya que su táctica de este martes se le puede volver en su contra el próximo miércoles. Al Atlético un empate con goles le daría el pase a la final de Lisboa y todos saben que a este equipo le van los retos y no cabe duda de que el de Stamford Bridge será de altura.

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