Es interesante ver nuevamente como es que el ‘capitalismo’ y la lógica de la sociedad de consumo no para de apropiarse de lugares, actividades y eventos cambiando la propuesta inicial e incluso los valores que los crearon.

Una vez que un determinado evento o agrupación social se convierte en lo suficientemente popular comienza un proceso de desarticulación del mismo introduciéndose nuevas lógicas, potenciando principalmente la exclusividad y la ganancia. De repente, eventos de hippies, de personas anti-sistema, de movidas culturales autónomas y demás se convierten en nido para las más avanzadas formas de capitalismo y la complacencia con la cultura popular o mainstream.

Nada ejemplifica mejor este hecho que lo que se ha llegado a convertir el festival de Burning Man en Black Rock Nevada, Estados Unidos.

Los orígenes del festival se remontan a 1986 cuando Larry Harvey, un paisajista de 42 años al estar pasando por un fuerte ruptura amorosa y crisis de mediana edad, le pidió a su amigo Jerry James, carpintero de profesión, que construyera un muñeco de madera giganta para quemarlo en la playa de San Francisco la noche del solsticio de verano.

Lógicamente no se pensaba estar haciendo una alegoría a nadie, sino crear una especie de ritual entre lo pagano y lo performático; una especie de renacimiento, borrón y cuenta nueva.

Ese primer año, acudieron 35 personas al evento y a partir de entonces se empezó a celebrar anualmente.
Cuatro años después en 1990, la policía prohibió incinerar al hombre por lo que el grupo de Harvey decidió aliarse con el grupo poshippy ‘The Cachophony Society’ quienes no eran extraños a la celebración de Harvey.

Se presentó entonces el concepto de La Zona, sacado o inspirado de la película Stalker (1979) de Andrei Tarkovski y del libro ‘El Arcoíris de la gravedad’ (1973) de Thomas Pynchon. Este concepto alude a un lugar mágico en donde los deseos se pueden cumplir. Una de las fundadoras del grupo, Carrie Gailbraith, describe la zona como » un lugar que encuentra dentro de nosotros mismos, que llevamos con nosotros, cargamos con esa topografía constantemente cambiante, tramposa, peligrosa y gratificante en nuestra psique’.

El grupo de The Cacophony Society hacia ‘viajes’ a la zona periodicamente y esta podía estar en cualquier lugar, otros estados, un edificio abandonado o incluso otro país. Para 1990, el lugar elegido fue el desierto de Black Rock en donde hasta el día de hoy se lleva a cabo el festival de Burning Man.

Para esos tiempos la gente llegaba a la zona como pudiera, cargándolo todo pues no habían cabañas, ni sombra, ni comida. Uno debía llevar todo lo que consumiría además de un lugar donde dormir. Todo luego se compartiría si fuesa necesario pues nada estaba o estaría a la venta, la gente confiaba en la generosidad de los otros asistentes o se basaban en el trueque. Se pagaban únicamente 10 dólares para lso gastos de la organización, es decir; transporte del muñeco y las letrinas.

Burning Man era ‘como un movimiento para restaurar la comunidad y la expresión creativa en una época de cultura de masas homogeneizada y anomia social” según comentaba Harvey por el 2018 año en el que falleció.

Para el 2004 ya existían 9 principios de Burning Man proclamados por el mismo Harvey:

  1. Inclusión
  2. Regalar
  3. Autosuficiencia radical
  4. Responsabilidad Cívica
  5. Esfuerzo Comunitario
  6. No Dejar Rastro
  7. Participación
  8. Inmediatez
  9. Descomodificación

Luego de ello pasó en 2013 a convertirse en una ONG, acto criticado por decirse que ‘profesionalizaba’ el evento. Por ello sin embargo gigantes como Google se pudo crear pues sus creadores Sergey Brin y Larry Page recaudaron el capital inicial para empezar su proyecto.

Para el 2014 el ambiente había cambiado, por su popularidad cientos de residentes del exclusivo y elitista Sillicon Valley llegaban ya al festival en aviones privados y se hospedaban en campamentos de lujo. A la semana se puede llegar a pagar 25.000 dólares a diferencia a los 300 dólares que era antes.

De lo que inicialmente imaginó Harvey queda muy poco, ahora predominan los influencers de todo el mundo, las comodidades de lujo, el ego y el exorbitancia. Burning Man ya no es una filosofía y forma de ver la vida basada en la participación y la comunidad’ se a convertido en el despilfarro de dinero. Pero el festival está muy lejos de desaparecer, su popularidad sigue aumentando y hemos de también reconocer que a pesar de todo debe ser una experiencia única.

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