Dictan cual general estrico y macabro nuestras vidas el consumismo; la vida se organiza entorno al comprar y vender. Tanto por necesidad de subsistencia anclada, sin embargo, a una egoísta y errada cultura; la del compro por comprar, porque tengo que hacerlo, porque todos lo hacen.

Falta de consciencia en sus propias acciones, sus comportamientos, sus sentimientos, su lugar en el mundo. Como tener fe en nuestras construcciones si ni siquiera podemos verlas bajo cristal claro, creadas por cual noción de nosotros? ¿Cuál aspecto de nosotros? ¿Responden a que necesidad? La política nace de esta necesidad, de mantenernos vivos, de mantenernos actuando en cooperación y no matarnos o hacernos daño.

La política funcionó, una forma de organizar nuestra sociedad. Hemos transgredido sin embargo su propósito, el ser humano a llegado a los limites de su capacidad de autodirigirse. Esto se evidencia con nuestra incapacidad de parar el cambio climático, el de ceder la mano por el otro. Se habla de cooperación, pero al final todos velan por sus propios ‘fríos’ intereses. Fríos no porque sean egoístas, protegen a su gente, a la gente, pero hemos de entender que la gente somos todo y no hay tú sin mí. Esta es la ultima barrera de la globalización y la más difícil.

Esta sea posiblemente la ultima oportunidad para llevar a una globalización sustentable, no correcta pero capaz de continuar. Estamos en examen y jalarlo, es decir, reprobar, es nuestra extinción. Esta relación entre los miembros del mundo deben seguir una honesta motivación, no el mercado, o lo que es peor la guerra. El genuino deseo por el bienestar del otro.

Luego esta la guerra que se manifiesta por un fallo en este preocuparse por el otro, por no considerar al otro, al otro que también esta dentro de los limites de uno mismo, el ‘pueblo’ de uno. La guerra como el fallo pecaminoso de la política, la lógica combatiendo con lógica, se vuelve una materia táctica, fría, reglamentada; tropas, filas rectas, seguir ordenes y leer mapas. Falta el aspecto humano, que, si existiera, si estuviéramos más cerca uno de otros, no se cometerían este tipo de salvajadas, no se podría. Pero al hombre lo guía el mercado, y la guerra mueve el mercado.

Porque la posesión de armamento sirve como herramienta diplomática, es influencia, es fuerza económica. ¿Cuánto se gasta en guerra en un año? Dinero que podría ser destinado para otra cosa, pero en que otra actividad o vida se crea tanto material, balas, por cantidad de personas vidas. ¿Cuántas cosas se necesitan para matar a un hombre? Y en efecto son muchas, tantas que están ahora acabando con todos los seres que habitamos este mundo. Esa es la verdadera ganancia de la guerra; la disolución una rueda que debe girar o muerte, pero no sabemos que hacer una vez que eso pase, todos están asustados. Pero no deberíamos de estarlo, porque hay una forma de parar de tener miedo: la cooperación. El saber con quién estamos tratando, porque estamos tratando con él, como eso me beneficia a mi, como eso se relaciona conmigo. Hay que conocernos y para conocernos hay que sentir, sentir para luego explicar que cambios precisamos, reales, no manufacturados, apropiados por el gran capital porque le fue útil. El único lo suficientemente audaz y malévolo

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