Hace 35 años una explosión en el cuarto reactor de la central de Chernóbil causó lo equivalente a 500 bombas atómicas y esparció radioactividad dentro y fuera de las fronteras de Ucrania. Mucho ha pasado desde aquel 26 de abril de 1986 y aunque lo que pasó sigue generando traumas físicos y psicológicos para los que vivieron de cerca el desastre, la vida sigue y el tiempo no se detiene.
Varias personas cercanas a la tragedia cuentan como es su vida, tantos años después y lo que han visto cambiar en Chernóbil. Olga Zakrevska tenía dos semanas de vida cuando ocurrió la explosión y su padre, quien trabaja en la planta atómica, decidió alejarla a ella y a su mujer de la zona de peligro.
«Recuerdo a los médicos diciéndome que desconocían el impacto del desastre y de la radiación en mi salud a largo plazo. Eso no es lo que un niño debe escuchar», comenta Olga. Recientemente volvió a la ciudad y al piso en el que estuvo sus primeros días de vida.
Argumentó que cuando llegó le sorprendió ver que a pesar del desastre, la naturaleza seguía floreciendo, por lo que se inspiró a crear un jardín de uso común cerca de Kiev. Su hijo, disfruta de jugar en estas áreas verdes. El pequeño nació un día antes del 30 aniversario de la explosión.
Por otro lado, Olena Gnes, quien vivía lejos de Chernóbil y nunca pensó que trabajaría en algo relacionado a ello, ofrece sus servicios como guía turística en el campo de desastre. «Chernóbil me ha cambiado. Ahora entiendo que no es algo del pasado. Es un símbolo de esperanza y renacimiento. Mi misión ahora es que también lo sepan en el resto del mundo»