En el mes de la salud mental, exploramos como la presión deportiva afecta a los atletas de élite más de lo que llegaríamos a pensar.
Te Kura Ngata-Aerengamate, jugadora de rugby de Nueva Zelanda, compartió en 2021 su lucha interna respecto a la salud mental en el deporte. «Nunca pensé que enfermaría mentalmente por un deporte que amaba tanto», confesó, expresando la constante batalla entre el deseo de hablar y la presión de permanecer en silencio. A lo largo de sus ocho años en las Black Ferns, Ngata-Aerengamate se vio forzada a lidiar con sus problemas emocionales, culminando en su reciente decisión de dejar la competencia.
La historia de Ngata-Aerengamate no es única. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la atleta estadounidense Simone Biles se convirtió en un símbolo de valentía al retirarse de varias competencias para priorizar su bienestar mental, destacando la creciente necesidad de abordar estos temas en el ámbito deportivo. La tenista española Paula Badosa también se unió a este diálogo al hablar sobre su experiencia con la depresión, revelando cómo la presión de las expectativas afectó su salud mental.
Diversos estudios indican que los deportistas de élite son más propensos a enfrentar problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad. Según un estudio de la Universidad de Toronto, más del 41% de los atletas del equipo nacional canadiense entrenando para Tokio 2020 cumplían con los criterios de diagnóstico para trastornos mentales, una cifra alarmante que contrasta con el 10% estimado para la población general.
Patricia García Rodríguez, jugadora de rugby y seleccionada nacional, resalta que la alta exigencia del deporte puede llevar a situaciones de burnout y estrés, a menudo exacerbadas por la falta de apoyo y comprensión en entornos competitivos.
Las raíces del problema
La psicóloga deportiva María Cabrera Bolufer señala que la cultura del deporte ha tratado históricamente la salud mental como una debilidad. Esto crea un estigma que disuade a los atletas de buscar ayuda. «Antes de ser deportistas, somos personas», enfatiza García, resaltando que la salud mental debe ser una prioridad en todos los niveles del deporte.
Las experiencias de deportistas como Andrés Iniesta y Michael Phelps también corroboran esta realidad, quienes han compartido públicamente sus batallas con la salud mental. La presión constante, el miedo al fracaso y la falta de recursos adecuados para manejar el estrés son factores que afectan a muchos.
Caminos hacia la solución
La necesidad de visibilización y concienciación sobre la salud mental en el deporte es urgente. Cabrera aboga por la implementación de planes de prevención y detección de síntomas en federaciones y clubes deportivos, con la participación de profesionales cualificados. La formación sobre estos temas debe ser una parte integral de la educación de entrenadores y atletas.
«A pesar de que la salud mental afecta a un gran número de deportistas, aún no recibe la atención que merece», concluye Poucher en su estudio. La creciente discusión sobre este tema es un paso importante hacia un cambio positivo en el deporte, donde la salud mental y el bienestar emocional deben ser tan prioritarios como el rendimiento físico.
La salud mental en el deporte es un desafío que demanda atención y acción. Con testimonios valientes y un enfoque renovado en el bienestar emocional, la comunidad deportiva puede empezar a transformar la cultura que rodea este importante aspecto de la vida atlética. Es esencial crear un ambiente donde la salud mental sea reconocida y cuidada, asegurando que los atletas no solo sean fuertes en el campo, sino también en su interior.