Una de las mayores masacres ocurridas en el siglo XX sucedió en Indonesia, y documentos prueban que EE.UU estuvo detrás de estos hechos.

Un día como hoy, hace exactamente 59 años, el 30 de septiembre de 1965, se desataría una masacre en Indonesia como resultado del golpe de estado presuntamente provocado por el Partido Comunista Indonesio (PKI), el cual había crecido exponencialmente en los últimos años. La violencia comenzó cuando, a altas horas de la noche, militares indonesios irrumpieron en las casas de seis generales y los asesinaron brutalmente.

Antes de ese fatídico día, Indonesia estaba gobernada por el líder nacionalista Sukarno, su primer presidente después de independizarse de los Países Bajos en 1945 (aunque la soberanía les fue reconocida solo cuatro años después de intensas luchas contra las fuerzas coloniales). Aunque Sukarno no formaba parte del PKI, durante su mandato logró forjar una alianza con el tercer partido comunista más numeroso del mundo, después del soviético y el chino.

En ese período, Sukarno también fundó el Movimiento de Países No Alineados en el contexto de la Guerra Fría y la lucha por la emancipación de la colonización occidental. Además, estableció contactos con referentes de la izquierda comunista, como Ernesto «Che» Guevara en Argentina, Fidel Castro en Cuba y Mao Tse-Tung en China.

En este contexto, a las potencias occidentales no les convenía que estas ideologías crecieran y se popularizaran aún más. Fue así como la CIA estadounidense entrenó a militares indonesios para generar un ambiente de falsa revolución y así derrocar al presidente Sukarno. No era algo nuevo; este tipo de operaciones de desestabilización y «falsas banderas» ya había sido ensayado en América Latina.

El 30 de septiembre de 1965, Indonesia fue testigo del asesinato de seis generales y de la acusación al PKI, específicamente un grupo que se hizo llamar Movimiento 30 de Septiembre. Desde ese momento, el país entró en un caos total. El entonces jefe del ejército, el teniente general Suharto, acusó al PKI e inició la persecución de los militantes de esa organización política.

Durante los siguientes meses, la masacre fue brutal, con asesinatos que incluyeron machetazos, fusilamientos, estrangulaciones con cuerdas, entre otros métodos, contra cualquier sospechoso de tener afinidades izquierdistas. De acuerdo con El Ciudadano, las cifras de este genocidio oscilan entre 500,000 y más de 3 millones de víctimas.

Hasta ahora no hay evidencia clara que relacione directamente al Partido Comunista Indonesio (PKI) con la conspiración. Muchos líderes del PKI, incluidos dirigentes importantes, estaban fuera del país, y aunque el secretario general Aidit podría haber conocido la operación, su implicación directa no está probada. La falta de resistencia organizada también apunta a la ausencia de un plan subversivo real. Lo que sí se puede confirmar es el papel activo de Estados Unidos, que apoyó al ejército indonesio y participó en la represión de presuntos comunistas, según documentos desclasificados.

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