Guernica, la ciudad que se hizo leyenda. Basta pronunciar su nombre para pensar a uno de las obras más célebres de uno de los grandes pintores del siglo XX, o lo que es lo mismo El Guernica de Picasso. Convertido en icono del «No a la Guerra», representa la fuerza de la imagen como reivindicación y la pluralidad de significado. Hoy se cumplen 78 años del bombardeo que dejó reducida a cenizas la localidad vizcaína en plena guerra civil, en el que se salvaron solamente el edificio de la Asamblea vasca y un árbol, que pasaría a la historia como Árbol de Guernica, «Gernikako Arbola».

El mensaje que Picasso quiso transmitir a través de las figuras dolientes que protagonizan el cuadro nunca fue claro, pero teniendo en cuenta que fue un encargo del Gobierno Republicano y que él era afiliado al partido comunista, la posibilidad de un concebirlo como una alegoría a favor de la guerra ni siquiera se contemplaron. Al contrario, la lectura fue de matriz comunista- anarquista.

Con la caída de la república y la victoria franquista, Picasso se negó rotundamente a que su obra fuera expuesta en España, país al que no tenía pensado volver hasta que se aboliese  la dictadura, y la obra vino adoptada por el MoMA de Nueva York. El Museo lo acogió como símbolo de la cultura capitalista naciente, dejando de lado las connotaciones políticas y exaltando su significado contra la violencia sin tener en cuenta el bando.

El cuadro, aunque fue solicitado por Franco durante la dictadura, no volvería a España hasta 1981. Actualmente está expuesto en la sala 6 de la segunda planta del museo de arte Reina Sofía en Madrid. 

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