De vecinos a enamorados

Al italiano Antonio Conte siempre le han reconocido el encanto, desde sus tiempos de futbolista, hasta el momento. La clase con que se presenta en todas las ocasiones ha sido uno de los motivos que llevó su esposa, Elisabetta Muscarello, a casarse con él.

Antes que pasara algo de romántico entre ellos, los dos ya eran vecinos por años. Tenían una buena relación de amistad, hasta que empezaron a acercarse y acabaron enamorados. Fue en 1998 que la pareja salió por la primera vez juntos con segundas intenciones. De pronto entendieron que había química por allí y comenzaron su noviazgo sin pensar dos veces.

En ese momento, Antonio Conte estaba todavía en el máximo de sus capacidades representando a la Juventus. El internacional italiano ha vivido los últimos años de su carrera ya con Elisabetta a su lado en la ciudad donde ella ha nacido, Turín.

Tras colgar las botas en el verano de 2004, el centrocampista se decidió por la vida de entrenador con la bendición de su novia. Ha pasado por varias ciudades de Italia como Siena, Arezzo, Bari y Bérgamo, antes de por fin volver al lugar donde ha sido más feliz en su vida.

Un matrimonio tardío

Precisamente cuando se encontraba en su primer trabajo como técnico principal, en el Arezzo, ha nacido la única hija de la pareja. Vittoria Conte llegó al mundo en 2007, teniendo actualmente 14 años. Es la niña del corazón de sus padres y normalmente se la puede ver apoyando a Antonio en la grada con su madre.

Aunque estuviesen juntos hace 15 años, Conte y Gianni, como se le llaman sus amigos, solo tomaron la decisión de casarse cuando volvieron a “casa”. Tras un excelente trabajo en clubes más pequeños, en 2011 la Juventus llamó la leyenda del club para asumir el primer equipo. Incentivados por el regreso a la ciudad donde se conocieron, dos años después la pareja celebró su boda.

Las experiencias en Inglaterra hicieron los tortolitos salir del país por la primera vez, pero su amor se adaptó perfectamente a los cambios. A pesar de tratarse de una mujer discreta, sin tiempo para las redes sociales o para las cámaras de la prensa rosa, Elisabetta es la fan numero uno de su marido y no puede disfrazar la emoción cuando asiste a sus victorias en la grada.

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