La situación que se está produciendo en Estados Unidos es muy compleja, y quizás sin precedentes. En todo el país, la gente se niega a volver a los trabajos mal pagados que les rompen la espalda o les hacen perder la cabeza. Es como si se produjera una mega huelga laboral, no planificada, no oficial y no organizada.
Los datos proceden del informe de empleo del viernes pasado del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Las cifras que contiene han causado sensación y han ocupado las portadas de muchos periódicos estadounidenses.
El informe mostró que el número de puestos de trabajo vacantes alcanzó un nivel récord. La proporción de personas que trabajan o buscan trabajo activamente cayó al 61,6%. La participación de las personas en su primer año de trabajo, definidas como de 25 a 54 años, también ha descendido. En el último año, las ofertas de empleo aumentaron un 62%. Sin embargo, la contratación general ha disminuido.
Básicamente, lo que ocurre es que, tras la pandemia, los consumidores tienen una demanda reprimida de todo tipo de bienes y servicios. Pero los empresarios tienen dificultades para cubrir los puestos de trabajo.
Por tanto, los trabajadores parecen reacios a volver o permanecer en sus antiguos empleos. Algunos se han jubilado anticipadamente. Otros han encontrado formas de llegar a fin de mes en lugar de permanecer en trabajos que aborrecen. Muchos simplemente no quieren volver a los trabajos con salarios bajos.
Se podría decir que los trabajadores han declarado una huelga general nacional hasta que consigan mejores salarios y mejores condiciones de trabajo. Nadie la denomina así, pero podemos decir que, aunque sea «desorganizada», de alguna manera enlaza con las numerosas huelgas organizadas en todo el país. Participan miles de trabajadores de todas las profesiones y condiciones. Desde las tropas de cine hasta los mineros, desde los trabajadores de las fábricas más famosas hasta los trabajadores sanitarios.
A primera vista, la situación parece deberse a la escasez de mano de obra, pero la realidad es otra. Faltan salarios dignos, salarios de riesgo, guarderías, bajas por enfermedad pagadas, asistencia sanitaria, etc.
Lo que es seguro es que, mientras no haya un cambio de rumbo, los trabajadores estadounidenses se negarán a volver a sus puestos de trabajo.