En «La cueva de huesos», ubicada las montañas del suroeste de los Cárpatos, cerca de la ciudad rumana de Anina, dos exploradores hallaron en el 2002 miles de huesos de mamíferos y una mandíbula que más tarde se supo que era de uno de los humanos modernos primitivos más antiguos conocidos en Europa. Lo raro fue encontrar que además de las características usuales, su apariencia también tenían vestigios neandertales.

Esta evidencia llevó a la conclusión de que los humanos primitivos modernos, pudieron tener contacto íntimo con los neandertales. Los científicos descubrieron que la mandíbula era de un hombre y que probablemente era un 6-9% de neandertal, la cifra más alta encontrada en un ser humano moderno primitivo. Además, confirmaron que ese humano tuvo un ancestro neandertal tan solo cuatro o seis generaciones antes. 

El sexo entre los modernos primitivos y los neandertales no parecía ser tan extraño. El ADN neandertal puede incluso encontrarse actualmente en las personas de hoy en día. Laura Weyrich, antropóloga de la Universidad Estatal de Pensilvania, confirmó en 2017, que no solo hubo sexo sino también besos, pues encontró un parásito microscópico de 48.000 años aferrado a un diente prehistórico.  «Cuando besas a alguien, los microbios orales van y vienen entre las bocas», explicó Laura.

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