Mientras el cine mundial se da cita en la glamurosa ciudad de Cannes, un festival alternativo se pone en marcha en el Sahara: Sahara International Film Festival, también conocido como FiSahara. El festival celebra este año su undécima edición y tiene lugar en el campo de refugiados saharaui en el corazón del desierto argelino.

No hay alfombra roja, ni fiestas en yates pero los invitados se divierten igualmente compitiendo en carreras de camellos y bailando entre las dunas cuando cae el sol. En la última edición han participado 300 actores de todo el mundo, guionistas y críticos, además de millares de refugiados que viven en los campos argelinos desde hace más de cuarenta años. Para llegar al festival es necesario coger el avión hasta la ciudad de Tinduf y después un autobús hasta el campo de refugiados de Dakhla, llamado el Jardín del diablo.

En programa, 30 largometrajes entre documentales, películas de animación, pequeñas y grandes producciones. Además de la proyección de los trabajos realizados por los refugiados en la Escuela de Cine que ha surgido en el campo de refugiados.

Algunas de las películas presentadas son de denuncia como The Square, de producción egipcia. Otros son de entretenimiento. Los invitados vienen hospedados durante los cinco días del festival en las tiendas de campaña de los saharaui, mientras las proyecciones son al aire libre durante la noche debido a las altas temperaturas diurnas.

Uno de los premiados ha sido el documental Raíces y Clamor, que cuenta la historia de los estudiantes saharaui que se trasladan de pequeños a España para estudiar y son adoptados por las familias españolas. Mientras que el primer premio se lo ha llevado el film Leña, que habla de la tradición del pueblo saharaui. ¿Como premio? Un camello blanco.

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